miércoles, 9 de mayo de 2012

El taller

Hasta que se crearan Escuelas de Oficios en la Europa del siglo XVIII , los talleres de los Gremios eran los únicos centros que procuraban una enseñanza adecuada para el desempeño de un oficio. Se trataba de unas instituciones de origen medieval, las cuales seleccionaban a los alumnos, enseñaban las técnicas, el uso de las herramientas y útiles propios del oficio, además de otras habilidades necesarias. En estos talleres, podemos seguir un escalafón que va desde el aprendiz, en su escalón mas bajo, al oficial, en un escalón intermedio, hasta llegar a maestro, escalón mas alto. Eran los maestros los únicos capacitados para dirigir una manufactura, además de poder enseñar sus técnicas a otros.


El aprendizaje de un oficio

Los gremios se encargaban de las tareas de reclutar y formar a sus alumnos comprometiéndose a enseñarles el oficio mediante un contrato en el que se llegaba a un acuerdo por parte de las dos partes interesadas, donde se recogían todas las condiciones económicas, laborales, etc. El maestro se comprometía a mantener en su casa como huésped al aprendiz, proporcionándole comida, bebida, cama, ropa, además de todos los conocimientos necesarios para aprender el oficio. El maestro sería penalizado si incumplía con sus obligaciones.
El aprendiz por su parte, necesitaba a alguien para satisfacer los gastos de su instrucción. Hay que decir que el aprendiz en numerosas ocasiones realizaba tareas domésticas que no tenían que ver con el oficio; esto suponía algunos abusos.

El servant-life-cycle

Thomas Peter Ruffel Laslett
Esta expresión fue acuñada por P. Laslett, y hacía referencia a la práctica en países europeos como Inglaterra, Francia o Alemania, sobre todo en el siglo XVIII, de colocar a los hijos  en hospedaje (a los niños como aprendices y las niñas como criadas, dependientas de tiendas maestras) en el seno de otras familias para recibir un aprendizaje durante varios años. Hay que destacar su carácter de práctica en la sociedad del Antiguo Régimen, frecuente entre los campesinos pobres, entre los labradores enriquecidos, los comerciantes, los hombres de negocios, etc. Era una forma de proporcionar un aprendizaje en todos los aspectos de la vida, desde un oficio hasta buenos modales. Esta práctica fue vital para que los jóvenes fuesen mas independientes con respecto a sus familias y que además, obtuviesen una mejor preparación ante la vida. Aunque esta práctica también podía tener sus efectos negativos a nivel psicológico al carecer de afecto en esta etapa de la adolescencia. En la segunda mitad del siglo XVIII estos jóvenes representaron e 14% en Inglaterra y los Países Bajos, el 17% en Irlanda, el 10% en Alemania, etc.

La parroquia

La parroquia había sido siempre la manera de incluir a los fieles en la iglesia cristiana; el párroco ejercía su acción pastoral y la cura de almas siendo el punto de contacto entre la población y la iglesia. Tras las reformas religiosas se refuerza su papel doctrinal como centro de instrucción de niños y adultos en las verdades de la fé y en los principios básicos de la religión. El párroco debía de tener una elevada preparación y llevar una vida ejemplar. A través del sermón, la predicación y la enseñanza del catecismo van a proporcionar una educación moral y religiosa, colaborando con el maestro, al que selecciona y vigila para evitar cualquier tipo de desviación herética.

El sermón

El adoctrinamiento religioso a través del sermón fue de los mayores esfuerzos, por católicos y protestantes, en la lucha contra la herejía. Era necesario que los predicadores contasen con una elevada formación para realizar esta tarea lo mejor posible. Por eso, ambas iglesias tendrán como principal objetivo formar clérigos instruidos en el especto intelectual y ejemplares en el aspecto moral; para ellos acordaron la formación obligatoria en seminarios durante varios años. En esto seminarios, los futuros párrocos eran sometidos a un riguroso proceso de preparación antes de pasar a los exámenes para adquirir la titularidad de parroquia. Para vigilar el ejercicio pastoral, los superiores (obispos católicos, inspectores protestantes) visitaban constantemente las parroquias.
En el siglo XVI la predicación católica fue reforzada con las Misiones pedagógicas, grupos de religiosos que iban a las distintas ciudades para hacer un adoctrinamiento intensivo sobre la población durante algunos días: sermones para los adultos, escenas mediante la catequesis para los niños. El sermón se predicaba durante la misa y en numerosos oficios litúrgicos, servía para explicar el evangelio, enseñar las verdades de la fé, moralizar las costumbres… Había distintos tipos de sermones, realizados por la élite sacerdotal; en cambio, los curas ordinarios explicaban un comentario breve del evangelio del día. Estos sermones se centraban en el ciclo litúrgico sobre todo, aunque también había sermones para las misiones, los funerales, la administración de sacramentos, etc. En el siglo XVI, con el Renacimiento, se le da mucha importancia al discurso y a la retórica como medio de comunicación, sobre todo entre los protestantes; en el siglo XVII los católicos adoptan un lenguaje barroco, la mayoría de las veces confuso para los oyentes; en el siglo XVIII hubo una transformación en la oratoria sagrada, siendo típicos los sermones o recopilaciones de sermones famosos y los tratados que enseñaban a elaborarlos.

La catequesis

Entre los protestantes, el pastor ejercía su adoctrinamiento los domingos en la iglesia; una vez acabados los oficios religiosos, reunía a los niños para enseñarles catecismo, respondía a las dudas y cuestiones que pudieran surgir sobre las Escrituras, explicaba los temas sagrados y la palabra evangélica, cantaba salmos, etc. En las escuelas laicas, enseñaba junto con el maestro, repartiéndose las materias entre ambos. El maestro enseñaba a leer y el pastor explicaba los fundamentos de la fe. 
Lutero en su Libellus de instituendis pueris trazó un programa de instrucción cívico-religiosa y en el Pequeño Catecismo propuso un modelo de catequesis para la familia.
Calvino
Más tarde, Calvino propuso una catequesis para la juventud en su Instruction et Confession de Foi, desarrollada de forma más sencilla para los niños. Teodoro Beza escribiría otro catecismo dirigido a los niños de nueve a diez años.
Antes de las reformas religiosas no se dio mucha importancia a la catequesis, excepto en España y norte de Italia, entre otros. Pero desde las reformas hubo gran preocupación en este aspecto, animando a los párrocos a hacer un gran esfuerzo en la enseñanza de la catequesis, recomendando a los maestros a enseñar los principios doctrinales básicos.
Antes de Trento los catecismos recogen la herencia erasmista en el sentido de desarrollar una religión interiorizada, incluyendo los rezos fundamentales, obras de misericordia, los mandamientos, etc. El español Juan de Avila recomendó elaborar un modelo único de catecismo para toda la Cristiandad, orientado en una triple dirección: hacia los niños, adultos poco instruidos y catequizadores. Después de Trento los catecismos insisten más en la voluntad de instrucción religiosa para asegurar la pureza de la fe contra posibles desviaciones. Los catecismos fueron evolucionado hasta fijar varios modelos distintos: los catecismos dirigidos a los niños donde se enseñaban los rudimentos de la religión, los de primera comunión, y los catecismos orientados al clero y a los adultos cultivados.
Pedro Canisio
En 1566 se impuso de manera obligatoria el Catechismus ex Decreto Concilii Tridentini, dirigido a los párrocos para que aprendieran la forma más idónea de enseñarlo a sus feligreses, estructurado en cuatro partes fundamentales de la enseñanza de catequesis: Símbolos de los Apóstoles, Sacramentos, Decálogo y Padrenuestro. Fue autorizado a ser editado en las lenguas vernáculas, para facilitar su comprensión; dejaba a los obispos la elección de las personas competentes para catequizar, al tiempo que doctrina cristiana. El jesuita Pedro Canisio, Decano de la Facultad de Teología de Viena, elaboró tres modelos diferentes: la Summa Doctrinae Christianae, publicado en 1555, escrito en latín, con preguntas y respuestas para la enseñanza del catecismo a los niños; el Catechismus Minimus, publicado en 1566, constaba de cincuenta y dos preguntas con sus respuestas planteadas de forma mas sencilla; el Parvus Catechismus Catholicus, con 124 preguntas orientadas a la enseñanza escolar. 
Estas obras tuvieron mucho éxito y fueron difundidas a través de los colegios jesuíticos. Además de estas obras, los jesuitas popularizaron otras dos obras más, las cuales seguían siendo utilizadas en el siglo XVIII: la obra de J. Ripalda (Doctrina cristiana, 1591) y la obra de  Gaspar Astete (Catecismo de la doctrina cristiana, 1599). En 1683 el Cardenal Fleury redactó un catecismo opuesto a los anteriores, fácilmente comprensible para las masas, donde la narración y el relato eran el instrumento de transmisión de la doctrina cristiana, acompañados de imágenes. Pronto se impondría en toda Francia, iniciando así un nuevo modelo que sería continuado posteriormente  por Bossuet, entre otros.

La escuela

La iglesia descubre la escuela como elemento socializador de la cultura, la utilizaría como medio de difusión de sus principios; a través de ella quiso cristianizar y moralizar a las masas. El estado y los municipios se comprometieron para participar en el diseño de la escuela como un medio de control de las costumbres, una forma de sometimiento al poder político y de respeto al ordenamiento social vigente, a la vez que motor de progreso. Para los protestantes, a través de la escuela se enseñaba la lectura y así se posibilitaba el acceso individual a la Biblia u otras lecturas, y explicar el catecismo.
Los católicos hicieron esa misma interpretación, en las Constituciones Sinodales el principal objetivo de la escuela era difundir la religión cristiana (de ahí el empezar y acabar las clases con una oración).
Poco a poco las escuelas y otras instituciones escolares marcan las pautas de los niveles en la instrucción, la educación y el aprendizaje, al tiempo que transmite los principios religiosos y morales. Así, escuela y colegio suponen una nueva forma de control de la infancia y de la adolescencia, sometidos a la autoridad de especialista que marca los principios de la educación.
Con respecto al maestro, podía convertirse en una especie de sub-clero o sacristán, no solo porque su lección la hiciera el párroco sino porque entre sus tareas se incluía también la asistencia al cura en sus obligaciones pastorales, en la administración de sacramentos, cantar las misas, en los oficios y las oraciones, etc. En cambio, si su elección la hacía la municipalidad, no tenía que cubrir estas tareas, ya que se tenía en cuenta su capacidad intelectual y su eficacia en la enseñanza. En definitiva, mientras los obispos preferían un modelo de maestro según los patrones religiosos, las autoridades civiles preferían un maestro según su preparación docente.

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